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viernes, 13 de mayo de 2011

El Enigma del Sombrero - Prólogo

Desde luego ver caer al suelo el sombrero negro de esa manera fue uno de los momentos más tristes de mi vida. ¿Por un sombrero? Diréis. Sí, un sombrero. Porque lo que yo perdí aquella tarde no fue un simple sombrero, fueron millones de recuerdos que volaron, cayeron al asfalto y dos o tres coches los pisaron y aplastaron sin que yo pudiera hacer nada. 

A priori, podría sustituir ese sombrero viejo por uno nuevo e impecable (porque además ya hacía falta), pero lo que no podría remplazar es lo que aquella tarde murió con él. Sé que estaréis intrigados en saber de qué hablo y por qué hablo de esta manera sobre algo tan nimio como un sombrero.

Y es que aquel señor de pelo cano, bigote y gafas de pasta negra decidió comprarlo debido a que el invierno se acercaba dándole la espalda de manera descarada al otoño. De toda la gama de colores se decantó por el negro, más serio, más elegante y más invernal. Ese señor llegó a su casa muy contento por su nueva adquisición. Sin embargo, cuando quiso enseñarle a su esposa cuán grande había sido su su compra, no obtuvo respuesta alguna. Fue directamente al salón pronunciando su nombre, pero nada ni nadie le respondieron, ni siquiera la más ligera brisa que entraba por la ventana. De pronto, el sombrero cayó al suelo, en ese momento sus manos eran las que lo sostenían y no pudieron aguantar tal ligero peso. ¿Cuánto puede pesar un sombrero? ¿Qué diferencia hay con el peso de una pluma? Sin embargo, en ese instante el sombrero pesaba toneladas. La cara de aquel señor estaba totalmente desencajada al observar lo que tenía delante de sus ojos. Una mujer de aproximadamente su misma edad yacía con la mirada perdida en el sofá individual. El hombre, asustado, se acercó a ella tan rápido como sus huesos artríticos le permitieron para intentar hacer volver a su mujer de ese estado desconocido en el que se encontraba. Pronto se dio cuenta de que la mujer que tenía ante sus ojos, aquella que le había acompañado durante tantos años en su vida, hoy le había abandonado. Hoy no se encontraba en la misma habitación que él. Hoy había decidido que su lugar era otro. 

El sombrero negro seguía tendido en el suelo. Este fue el primer acontecimiento de los muchos que iba a presenciar. 

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